La granja dice... Renuncia, Luisa Ortega

No se nos puede olvidar, Luisa Ortega Díaz, que llegaste para sustituir a Isaías Rodríguez. Sería un pecado mortal. Tu primera orden fue seguir la línea de aquel fiscal que pasó a la historia con su telenovela sobre el caso Anderson; aquel que de sólo mirar a los ojos a Giovanny Vásquez, le creyó 80% de lo que decía.

Saliste de las filas de los “incondicionales” del Ministerio Público y más o menos con las mismas “credenciales” de las que gozaba el hoy embajador en España: “gente correcta, que cree en la justicia, pero bien rojita”. Venías del ala radical, pero con un halo de justiciera que, para algunos, fue esperanza. La Banda de los Enanos te esperaba.

Una cosa es cierta, esa banda que denunció Luis Velásquez Alvaray y que los medios hace rato cacareaban, se desmembró por distintas razones, de bajo perfil, abogado por abogado, juez por juez. Pero ni de tus mínimos labios ni de fiscal alguno salió alguna orden de aprehensión. Chito. Tal vez habrías incurrido en un delito mediático, porque hay qué ver cómo creó zozobra la neo tribu judicial. Hay qué ver cómo denigró del Estado… de Derecho. Chito, Luisa Ortega. De esa banda no se habla.

Esa es la ley que ahora quieres imponer, la que te ha quitado el sueño y la dedicación a otros asuntos, como defender al país de la impunidad. Esa que te llevó a pararte, no en cualquier plaza pública, sino en el parlamento venezolano a proponer una mordaza para los venezolanos.

No atentaste contra los periodistas ni los dueños de medios. Al menos no en exclusiva. Arremetiste contra los ciudadanos, las Ong’s, los conductores, los maestros mal pagados, las parturientas de la maternidad, los rezagados. Contra los botados injustamente, los adolescentes desvalidos, los obreros, los vecinos desatendidos y hasta contra las víctimas de unas panquecas intoxicantes. Lanzaste un grito de cacería, lanza en mano, para encerrar a los que luchan contra las bandas de enanos siniestros que pululan en este país.

Por eso es que debes irte, y por eso esta Granja se suma a la exigencia de que renuncies. Quien te manda a estar cumpliendo órdenes militares sin pensar en las consecuencias, a traicionarte. No causes más zozobra, más vergüenza ajena e intranquilidad, deja de escupir la constitución y a la República.

Adiós, Luisa Ortega, que ya para buena parte de la población no existes. Al menos como Fiscal General de esta nación.